miércoles, 28 de septiembre de 2011

"Una completa lástima" (Ensayo 2º "Claves del Pensamiento Actual")

         
          Una y otra vez habremos oído decir a padres, profesores y a algún que otro adolescente confesar que “la juventud se pierde”, que, salvo pequeños arrebatos de interés por cuestiones públicas o de calado moral, la juventud en general alardea de una apatía e indiferencia, o simple desconocimiento, que roza lo nocivo. Si, como hemos dicho “la juventud se pierde”, se pierde ella y a sí misma en la ignorancia, la cultura, la falta de valores y por tanto, se aleja de lo justo, lo bello, lo que merece la pena. No he conocido otras generaciones, solo puedo ver lo que tenemos enfrente, la juventud y la sociedad que nos ha tocado vivir, pero la realidad da a entender que “tiempos pasados fueron mejores” y que, ahora mismo, hay algo que no va bien. Es, precisamente ahora, que el mundo parece estar loco, donde las carencias de la juventud confieren poca esperanza y poca previsión de un futuro mejor. En sociedades anteriores a la nuestra, la educación, por ejemplo, era superior, las normas protocolarias, de respeto y saber estar se cumplían consiguientemente, manteniendo un alto nivel en las relaciones personales. Hoy día, en una sociedad atenazada por el conformismo moral y la informalidad, ni algo tan básico y decoroso puede mantenerse a flote, algo cotidiano sobre lo que cimentar otros valores.


          Se dice que “cada país tiene los políticos que merece”, de igual forma podría decirse que la juventud de un país o sociedad es el producto directo de su modo de vida, sus carencias, sus mejoras, sus objetivos y sus ideas. En cierto sentido, ¿cómo podríamos imaginar, en términos generales, una juventud ambiciosa, competente y con ganas de aprender y mejorar, si los mandatarios, o simplemente parte de la población adulta, profesan ideas bárbaras, defienden tesis inmorales y viven exentos de principios? Siendo sincero, pienso que la perdición de la juventud no procede de la elección personal o colectiva de un sector de la población, que también es cierto, sino de carencias que los mismos adultos sufren. Por ejemplo, ¿qué podríamos reprocharle a los jóvenes que no quieren estudiar cuando ven a un alto mandatario del ejecutivo que no tiene carrera ni estudios superiores? Con esto quiero decir que, dejando de lado las decisiones de cada uno, de base se puede apreciar una falta de valoración objetiva de las cosas transcendentales, necesarias y morales, lo que degenera en una falta de criterio, acrecentada por el desinterés y el pasotismo hacia la búsqueda de ese criterio mal heredado. También es cierto que hay cosas que pertenecen a nuestro fuero más interno y que no debería aceptar influencia de los demás, por ejemplo en juicios valorativos sobre lo que está bien o mal, donde debemos atender a nuestra conciencia, pero es innegable la influencia familiar y de quienes nos rodean. En resumen, la actuales deficiencias que pueden verse proceden de carencias educacionales, falta de ejemplo en materia de valores, vida cultural y un atroz conformismo moral con el que muchos jóvenes tienen que convivir precisamente en esas edades que su mente empieza a formarse y necesita de sustento exterior.


          No trato de echarle la culpa a los mayores ni a los gobiernos como podría pensarse, si el resumen del párrafo anterior define que la crisis de valores afecta a personas de todas las edades, es otra realidad que extrapolando la educación obtenida, todo joven tiene poder de decisión y voluntad para centrarse en una determinada forma de vida, para elegir entre lo bueno y lo malo, lo moral y lo inmoral. El principal problema es la falta de criterio, lo cual hace válidas todas las tesis, desde las que defienden el “Carpe diem” hasta las que abogan por el poder de decisión de la mujer en materia del aborto. Vivir sin criterio es tener más difícil la elección entre lo correcto y lo incorrecto, lo cual está también íntimamente ligado con otras preferencias posiblemente desacertadas, como anteponer lo apetecible e inmoral antes que lo más tedioso, y posiblemente menos divertido, aunque ético. La falta de profundidad aparente que sufre la juventud, que puede verse traducida, en la práctica, en la ignorancia, la animadversión al pensar propio y la incultura. Hemos llegado a un punto que quien piensa, siente algo por el arte o se interesa por lo que ocurre más allá del botellón de turno, es un “freak”, un inadaptado social o simplemente aún no sabe lo que se pierde rechazando parte de los placeres más banales. Vivimos en una sociedad, adulta y joven, donde se agarra por los talones a aquellos que son capaces de ascender a más altura que nosotros, por envidia o por falta de un amor propio sano y real, por no querer reconocer la miseria personal, y por querer seguir viviendo en una realidad moral inventada, tallada a la medida de nuestras apetencias sin atender a cánones inmutables, lo cual, es una completa lástima.

lunes, 26 de septiembre de 2011

"The Suburbs" de Arcade Fire

   


         Porque, con solo tres discos en su haber, estos canadienses han sabido hacer lo que más de uno y más de dos americanos han tratado de hacer en el panorama del Indie Rock, confeccionar una armonía acústica casi perfecta con las diferentes voces, sin perder raíces del Art Rock, con su característica suavidad vocal y el acertado acompañamiento de violines. Porque, al fin y al cabo, estudiar en el Conservatorio y saber música-musicología es un acierto para crear valor dentro del panorama musical. Quizás esto es en lo único que se parecen "Arcade Fire" y ese ente rubio llamado "Lady Gaga". Arcade Fire, bien, Lady Gaga, mal.

Escena: Introducción ("Trainspotting")

       

           Porque, a pesar de su hilarante incorrección moral y social, a pesar de que Welsh sea uno de los escritores más deslenguados y antiestéticos, Danny Boyle supo darle a "Trainspotting" (1996) uno de los mejores comienzos de la historia del Cine, "elige" ver el vídeo.

Puntuación FilmAffinity: 8.1
Puntuación mía:  9

Asentando prioridades


"¿Te casarías conmigo? ¿Te dejó mucho dinero tu difunto esposo? Responde primero a lo segundo".






"Un día en las carreras" (Sam Wood, Hermanos Marx, 1937)

jueves, 22 de septiembre de 2011

Casablanca

Porque "Casablanca" (Michael Curtiz, 1942) es una de las películas que más frases dignas de mención ha regalado a la Historia del Cine:



-Mayor Strasser: Señor Blaine, ¿cuál es su nacionalidad?
-Rick Blaine: Borracho


-Ha de saber que yo era director del segundo banco de Amsterdam
-¿Del segundo?, no creo que a Rick le interese. El del primero de Amsterdam es ahora nuestro cocinero, y su padre es el portero


-Yvonne: ¿Dónde estuviste anoche?
-Rick Blaine: ¿Anoche?, no tengo la menor idea. Hace demasiado tiempo
-Yvonne: Y, ¿que harás esta noche?
-Rick Blaine: No hago planes con tanta antelación


-Rick Blaine: Siempre tendremos París. No lo teníamos. Lo habíamos perdido hasta que viniste a Casablanca; pero lo recuperamos anoche.


-Louis: Dígame Sr. Blaine, ¿a qué vino a Casablanca?
-Rick Blaine: Por salud, vine a tomar las aguas
-Louis: ¿Qué aguas? Casablanca es un desierto
-Rick Blaine: Al parecer me informaron mal


Las cosas claras con el Gen. George Patton


       "Deseo recordaros otra cosa. No quiero recibir ningún mensaje que diga: "estamos aguantando nuestra posición". No aguantamos nada, que aguante el enemigo, nosotros avanzamos constantemente y no tenemos ningún interés en aguantar nada, excepto al enemigo."




"Patton" (Franklin J. Schaffner, 1970)

Lecciones de moralidad con Walter E. Kurtz





                                          


                    "Juzgar es lo que nos derrota"






"Apocalypse Now" (Francis Ford Coppola, 1979, adaptación Joseph Conrad)

Welles bajo la Noria de Viena



          En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia, hubo guerras, terror, sangre y muerte, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo Da Vinci y el Renacimiento. En Suiza hubo quinientos años de democracia y paz y ¿qué tenemos?...¡el reloj de cuco!.






          Orson Welles, "El Tercer Hombre" (Carol Reed, 1949)

miércoles, 21 de septiembre de 2011

"All About Carlos" (Versión Extendida - C. Mankiewicz) (Ensayo 1.1º "Claves del Pensamiento Actual")

        “Vine a esta vida pegadito a la Capilla del Sagrario de la Catedral de Málaga, “varón y con mucha vitalidad”, que dijo la comadrona, el 10 de Octubre de 1991. Mis papás, José y María Jesús, se volvieron loquitos de alegría, y siguen igual, más cada día. Me bautizó Fray Emilio, en el Santuario de Santa María de la Victoria, patrona de Málaga, el 24 de Mayo de 1991, con los nombres de Carlos, José y Pedro…”.

        Estas fueron las palabras que un padre escogió para hablar del nacimiento de su hijo, en aquellos pequeños libritos que, escritos por él y haciéndose pasar por su hijo con gracia y cariño, se repartieron entre los invitados a su Bautizo. Sería incapaz de creer que alguien pudiera escribir sobre sus primeros pasos en la vida con más ternura y derecho que su propio padre. No cabe mejor presentación de un hijo que las palabras que su padre escribió hace ya algunos años. Sin embargo, él dictó la presentación, pero no dejó escrita ninguna continuación. Por ello, me temo, me incumbe a mi contar que fue de aquél niño más allá del 24 de Mayo de 1991.


        Conocí a Carlos De Domingo antes de 1997, no recuerdo exactamente en qué año, cuando entré en el colegio “El Romeral”. Carlos era de los pocos que llevaban desde la guardería allí, pasando primero por el colegio femenino y cambiando los pantalones a cuadros por los gris marengo poco antes de cumplir los 6 años. El primer año que estudiamos en la misma clase me fui dando cuenta de pequeños matices que le caracterizaban, matices que, con el paso de los años, fui alentando o desechando. No era un niño muy risueño, ni siquiera en esa edad de alegría y felicidad perennes, muy reservado y a veces algo tímido. No muy hablador durante esos primeros años de colegio, se notaba que le costaba tomarse confianzas con nosotros. Sobre sus reservas me confesó algunos años más tarde que creía que se debían a que era hijo único y que no estaba muy acostumbrado a interactuar con otros niños, ya que en casa solo estaban su padre, su madre y él. Quizás esta realidad también pueda explicar porqué, casi desde mediados de educación primaria, Carlos siempre tenía un libro en la mano, hábito que, según él, adquirió de su padre y que potenció en  tardes libres y solitarias. Cuando alcanzó un nivel de lectura aceptable, se obsesionó con las maravillas de Egipto y la mitología clásica, motivo por el cual, durante su infancia, quería ser el próximo Howard Carter. Un día, de repente, dejó de traer libros coloridos e ilustrados de Egipto, Grecia o Roma y comenzó a traer gruesos y densos libros sobre historia medieval, la Inquisición y demás misterios para mi completamente desconocidos. Recuerdo que, no antes de que ambos cumpliéramos los 13 años, me comentó cuál había sido hasta el momento su libro favorito, “El Nombre de la Rosa”, de un tal Umberto Eco, aunque, en confidencia me confesó cuánto le había costado leerlo y, lo más importante, entenderlo. Desde entonces, siempre llevaba un libro de argumento incomprensible en la mochila.


    Otra cosa que sé de Carlos De Domingo desde nuestra niñez era que, a los 8 años comenzó la carrera de música y flauta travesera en el Conservatorio. Según un antiguo profesor nuestro, las personas que, desde pequeños estudian algún tipo de arte, desarrollan una sensibilidad especial para contemplar la belleza estética. Por culpa de esto, ya con 12 años, Carlos era el único de clase que pensaba que la belleza creada por Vivaldi o Beethoven era muy superior al dinamismo o diversión que evocaba la recién descubierta música electrónica. Con 16 años comenzó a devorar películas junto a su madre, no películas de acción vanas y de poco calado, sino clásicos de la RKO y la MGM, películas de galanes como Cary Grant y Paul Newman, semidiosas como Audrey Hepburn y Bette Davis y hasta tuvo un prolongado flirteo con el expresionismo alemán y el Dogma 95. Creo que, casi con toda seguridad, a Carlos De Domingo le encanta todo lo cultural, fruto de la música clásica adquirió una gran admiración por la ópera, del cine absorbió la belleza de la fotografía, y de la literatura comenzó, poco a poco, a admirar el teatro de Shakespeare. El amor por la música, el cine y la lectura son tres cosas que siempre deberá a sus padres.


        Cuando el fin del colegio y el comienzo de la universidad se veía cerca, entre entrevistas de admisión y viajes a ciudades lejanas, quedé con él para tomarnos unas cervezas, estrenando mi aún reciente mayoría de edad. Hablamos un poco de todo, de a qué universidad ir, qué carrera estudiar. Me comentó que, casi con toda seguridad, se iría hasta Navarra para estudiar, aunque aún no había escogido la carrera. A Carlos siempre le había interesado mucho la Historia, el cine, la psicología y la filosofía política, sin embargo, las carreras que se planteó más seriamente fueron Historia del Arte, Audiovisuales, Periodismo y Filología Clásica. Aunque, finalmente, siguiendo consejo familiar optó por estudiar Derecho, ya que tenía la absurda idea de llegar a ser político algún día, aunque tampoco quería dejar de lado otras ambiciones como escribir algún día un libro o dirigir una película o muchas más cosas que sería costoso recordar.

        La última vez que vi a Carlos De Domingo fue el 25 de Agosto de 2010, en el velatorio de su padre. Hacía algo más de un año que no le veía, se había dejado barba y le costaba sonreír, pero tampoco quise agobiarle. Cuando me iba, vino hacia mí y, algo menos apesadumbrado, me pidió mi número de teléfono, que se le había perdido y quedó en llamarme en vacaciones para vernos, tenía mucho que contarme, me dijo.

"All About Carlos" (Versión Sencilla) (Ensayo 1º "Claves del Pensamiento Actual")

               Conocí a Carlos De Domingo antes de 1997, no recuerdo exactamente en qué año, cuando entré en el colegio “El Romeral”. Carlos era de los pocos que llevaban desde la guardería allí, pasando primero por el colegio femenino y cambiando los pantalones a cuadros por los gris marengo poco antes de cumplir los 6 años. El primer año que estudiamos en la misma clase me fui dando cuenta de pequeños matices que le caracterizaban, matices que, con el paso de los años, fui alentando o desechando. No era un niño muy risueño, ni siquiera en esa edad de alegría y felicidad perennes, muy reservado y a veces algo tímido. No muy hablador durante esos primeros años de colegio, se notaba que le costaba tomarse confianzas con nosotros. Sobre sus reservas me confesó algunos años más tarde que creía que se debían a que era hijo único y que no estaba muy acostumbrado a interactuar con otros niños, ya que en casa solo estaban su padre, su madre y él. Quizás esta realidad también pueda explicar porqué, casi desde mediados de educación primaria, Carlos siempre tenía un libro en la mano, hábito que, según él, adquirió de su padre y que potenció en  tardes libres y solitarias. Cuando alcanzó un nivel de lectura aceptable, se obsesionó con las maravillas de Egipto y la mitología clásica, motivo por el cual, durante su infancia, quería ser el próximo Howard Carter. Un día, de repente, dejó de traer libros coloridos e ilustrados de Egipto, Grecia o Roma y comenzó a traer gruesos y densos libros sobre historia medieval, la Inquisición y demás misterios para mi completamente desconocidos. Recuerdo que, no antes de que ambos cumpliéramos los 13 años, me comentó cuál había sido hasta el momento su libro favorito, “El Nombre de la Rosa”, de un tal Umberto Eco, aunque, en confidencia me confesó cuánto le había costado leerlo y, lo más importante, entenderlo. Desde entonces, siempre llevaba un libro de argumento incomprensible en la mochila.

    Otra cosa que sé de Carlos De Domingo desde nuestra niñez era que, a los 8 años comenzó música y flauta travesera en el Conservatorio. Según un antiguo profesor nuestro, las personas que, desde pequeños estudian algún tipo de arte, desarrollan una sensibilidad especial para contemplar la belleza estética. Con 12 años, Carlos era el único de clase que pensaba que la belleza creada por  Vivaldi o Beethoven era muy superior al dinamismo o diversión que evocaba la recién descubierta música electrónica. Con 16 años comenzó a devorar películas junto a su madre, no películas de acción vanas y de poco calado, sino clásicos de la RKO y la MGM, películas de galanes como Cary Grant y Paul Newman, semidiosas como Audrey Hepburn y Bette Davis y hasta tuvo un prolongado flirteo con el expresionismo alemán y el Dogma 95. Creo que, casi con toda seguridad, a Carlos De Domingo le encanta todo lo cultural, fruto de la música clásica adquirió una gran admiración por la ópera, del cine absorbió la belleza de la fotografía, y de la literatura comenzó, poco a poco, a admirar el teatro de Shakespeare. El amor por la música, el cine y la lectura son tres cosas que siempre deberá a sus padres.

        Cuando el fin del colegio y el comienzo de la universidad se veía cerca, entre entrevistas de admisión y viajes a ciudades lejanas, quedé con él y hablamos un poco de todo, de a qué universidad ir, qué carrera estudiar. Me comentó que, casi con toda seguridad, se iría hasta Navarra para estudiar, aunque aún no había escogido la carrera. A Carlos siempre le había interesado mucho la Historia, el cine, la psicología y la filosofía política, sin embargo, las carreras que se planteó más seriamente fueron Historia del Arte, Audiovisuales, Periodismo y Filología Clásica. Aunque, finalmente, siguiendo consejo familiar optó por estudiar Derecho, ya que tenía la absurda idea de llegar a ser político algún día, aunque tampoco quería dejar de lado otras ambiciones como escribir algún día un libro o dirigir una película.

        La última vez que vi a Carlos De Domingo fue el 25 de Agosto de 2010, en el velatorio de su padre. Hacía algo más de un año que no le veía, se había dejado barba y le costaba sonreír, pero tampoco quise agobiarle. Cuando me iba, vino hacia mí y, algo menos apesadumbrado, me pidió mi número de teléfono, que se le había perdido y quedó en llamarme en vacaciones para vernos, tenía mucho que contarme, me dijo.