Hace casi un año que no posaba la vista en mi, otrora, terapéutico blog ...
... así que, como entenderéis, o como es lógico suponer, la idea de retomarlo no ha sido fácil. Simplemente, me resultó demoledor dedicar esfuerzo y sentimientos a una plataforma poco transitada y poco interesante. Imagino que, este es un sentimiento en común con la gente de bien que no encuentra correspondencia con lo que trata de realizar.
Por eso, retomar el blog tenía que tener tras de sí, un motivo de peso, un motivo importante, y por supuesto, más terapéutico que el propio hecho de retomar algo inconcluso. Ayudar a las personas es, sin duda, una buena terapia. Si no, ved películas con la trama maestra de héroe, cuando ese héroe, al ayudar a los demás mejora como persona.
Ayudar es, pues, uno de los verbos (y si no lo es, debería serlo) más básicos del significado de ser humano. Básicamente, quien no ayuda pierde, su humanidad. En sentido moral, por supuesto. Así que, no queriendo provocar en vosotros la lacra de no ayudar, me arriesgo a promover ese conflicto interno en vuestra conciencia y os reto a una cosa muy sencilla: ver si, oída una historia muy singular y concreta, no pensáis en varias palabras muy rotundas y perfectas. Las palabras son, a voz de pronto: valentía, generosidad, amor, solidaridad, coraje, conciencia social ... y sigue ... y sigue.
Muchas veces, oímos historias que nos conmueven. Vemos, o leemos, Dios nos libre, historias de Nicholas Sparks y tenemos que reprimir la lágrima. Pensamos en Ryan Gosling, Rachel McAdams, en qué tienen que ver Nick Cassavetes y Sparks, y en Channing Tatum (por partida doble). Decimos, guau, qué historia, qué bonito es el amor, qué bonitas las distintas capacidades del ser humano. Inmediatamente, creemos que el amor es lo más bonito del mundo. Los más escépticos pensarán en lo manipuladora que es la película, algo así como la b.s.o. de Lo Imposible. Pero, sea como sea, nos hacemos a la idea que esa historia, ocurre en Estados Unidos y si eso, es decir, si los designios de las productoras así lo permiten, en Gran Bretaña. ¿En España? Por lo visto, lo más parecido que tenemos son una retahíla de diversos cachivaches fílmicos protagonizados por un escultural Channing Tatum, perdón, Mario Casas. Que al caso, es lo mismo. Luego también hay películas buenas, pero o las encuentras en filmin o ni te enteras que existen (cosas del mainstream). Aparte, tienes cierta nominación a mejor guión adaptado para Tengo ganas de ti, pero a esas alturas, lo normal era tener ganas de cualquier cosa menos de ti.
De este modo, y buscando en el cinematógrafo nacional, buenas historias de amor (y si hay motos de por medio, y M. Casas con chupa de cuero intuimos un sonrojado pero forzado acercamiento del término valentía), nos damos cuenta que, si las hay, desde luego no están protagonizadas por un escultural y auto-escondido (no me digáis que en Grupo 7 lo hace mal) Mario Casas. Tampoco son co-producciones España-PaísConCapital. Tampoco son producciones de Madrid o Barcelona. Por lo visto, hay una historia que aúna todas las palabras de las que hablamos antes. Eso sí, transporta esas palabras al epicentro de la realidad, de lo que de verdad ocurre, casualmente, a menos de 50 kilómetros de muchos de vosotras/os. Resulta que hay una gran historia, más digna de contarse que el encomiable diario de Noa y las intrascendentes ganas de cierto personaje de una película-ya-mencionada de mancillar el sagrado cuerpo de la actriz pluri-empleada de turno (que para el caso, mejor contratar a una neonata y promover eso que se conoce como empleo), aquí al lado. Dentro de la propia, verde y cara Navarra.
Una historia, única y, que de no serlo, habría que dar gracias a quien cada uno crea que deba darlas y, desde luego no a Chávez (como muchos creen que deberían hacer, al fin y al cabo se encuentra expropiando palacios celestiales a la diestra del Creador), ni mucho menos a Mao, el ilustre inventor de la eterna moda ibicenca en lo que a camisas se refiere.
Una historia curiosa, con final feliz, pero con un triste inicio y un difícil desarrollo. La historia de una familia, una familia normal, de lo más normal, con tres hijos biológicos que, haciendo frente a lo que ello supone y, más aún, a lo que ahora supone, deciden adoptar a dos pequeños chinos. Sin embargo, lo que para mucha gente snob es seguir los dictados de Benetton y promover la amalgama racial hogareña, y sin salir del mundo del cine os podéis hacer una idea de a quién me refiero..., para esta familia fue todo un desafío, y por supuesto, todo un derroche de fuerza y unidad, ya que, los dos pequeños traían bajo el brazo sus propios problemas. Totalmente ajenos a la crisis multi-sustantiva de España y Europa, la pequeña Lucía es ciega de nacimiento, y el más pequeño aún Juan, padece autismo. Todo ello, aderezado con el profundo amor de su nueva familia hacia ellos, y las ganas de echar pa'lante como dirían en mi sufrida tierra.
Así que, hagamos cuentas:
Cuando hoy en día, la tendencia es no tener hijos por a) pereza, b) poca liquidez, c) inestabilidad socio-económica, d) paro, e) los bebés son caros, f) quedarme embarazada perjudica mi espléndido físico y g) demás estupideces estilo Gandía Shore, esta familia ha aumentado un 40% su progenie adoptando a niños que, realmente (y cuando digo realmente, lo digo con énfasis) lo necesitaban.
¿Y por qué?, diréis. Porque el estado de los orfanatos en la China comunista es absolutamente deprimente. De hecho, Penélope Cruz y Javier Bardem piensan educar allí a su progenie, por eso de la coherencia ideológica y tal. Fuera bromas, hay una organización COCOA, y un documental muy particular donde podéis ver, sin trampa ni cartón, qué ocurre en esos orfanatos. Y digo, orfanatos, por no llamarlos otra cosa, porque comprendido, Dios mediante, por los socialistas que un bebé ya, sí que sí, es persona (por el importantíiiiisimo hecho de salir del seno materno) uno no se explica cómo arremeten contra los nazis y abrazan a los comunistas. Lo dicho, una coherencia ideológica que brilla por su ausencia. Puede que hayáis visto películas fuertes, y no me refiero a la malograda trilogía Hostel, ni siquiera me refiero a A Serbian Film. Como sabéis, al lado de la propia realidad, la ficción es más ficción que nunca. Algo fuerte es ver a un bebé morir en directo por falta de atención facultativa. Y eso es una medida sistemática y generalizada de un gobierno hostil frente a la vida y demás privilegios que no deberían serlo, como el desarrollo personal, la felicidad, la posibilidad de salir adelante...
Así que, si estabas pensando en comprar una bandera comunista o un parche para coserlo a tu chaqueta vaquera, eso sí, de Levi's, harías mejor en invertir el dinero en otras cosas. Otras cosas que, al menos, no suponga la aprobación y el consentimiento de dichos actos auspiciados bajo una bandera, por desgracia, internacional e intercontinental.
Si ahora pudieras elegir, ¿qué preferirías? ¿Volver a ver El diario de Noa, llorar un rato, y ver lo bien que se mantiene Ryan Gosling?, ¿o bien ver un corto-documental sobre la decisión de una familia con más valentía que muchos de nosotros? Yo la verdad que, por amor al arte, me inclinaría por la segunda opción. Por amor a muchas otras cosas, también. Y eso que está Rachel McAdams de por medio ...
Si te quedas con la segunda opción, tengo una mala noticia. Trágicamente, aún no existe ningún cortometraje documental sobre lo que hemos hablado. Aún no podrás ver cómo es ahora la vida de unos niños felices con unos padres y unos hermanos que se desviven por ellos. Aún no podrás ver como en España también hay historias, perdón, Historias, completamente ajenas a la sensiblería manipuladora y barata de Sparks & Co. Lo siento mucho, pero aún no podrás ver en una pantalla qué es ser valiente, cuando no sabemos hacer otra cosa que quejarnos, yo el primero, por lo mal que van las cosas. Lo siento mucho, muchísimo, ya que aún no podrás utilizar la pantalla como espejo, para ver en qué puedes mejorar como individuo, y nosotros como sociedad, aún no podrás ver un claro ejemplo de humanidad, perdón, Humanidad (y no me refiero al colectivo, si no a la capacidad). Lo siento ... lo siento de veras, porque si te guías por las películas de Park Chan-Wook, tu esperanza en los hombres es mínima. Y lo siento, lo siento de veras, porque si tu esperanza en los hombres es mínima, aún no podrás ver el subidón, subidón (estilo Chimo Bayo) que provoca esta historia, perdón, Historia.
¡Pero tengo una buena noticia! Aún no la puedes ver, porque aún no está acabada. Todo lo que se empieza, debe acabarse (algo así es lo que todos le diríamos a Spielberg sobre Indiana Jones y a Disney sobre Star Wars). Sin embargo, para que las cosas se acaben es necesario reunir el dinero necesario. Así que, si quieres ver el documental terminado, puedes dejar una miguita de pan en el camino, y ayudar a la generosidad y la solidaridad a encontrar el camino de regreso a casa.