-¿Tenéis algo que alegar?
-Sí, ya que el tribunal ha determinado condenarme. Dios sabe cómo estoy dispuesto a descubrir mi pensamiento sobre la nueva ley y el título de su majestad. Dicho título está basado en un acta del parlamento que repugna en esencia e integridad a la ley de Dios y a la santa Iglesia cuyo supremo gobierno ninguna persona temporal por muchas leyes que dicte puede asumir. Ese gobierno fue dado por boca de nuestro salvador Jesucristo a san Pedro y a los obispos de Roma mientras vivía y estaba personalmente presente aquí en la tierra. Es, por tanto, insuficiente una ley que obligue a los cristianos a desobedecerle. Y más aún, la inmunidad de la Iglesia está prometida tanto en la Carta Magna como en el Juramento de coronación del Rey.
-Ahora vemos claramente vuestra malicia.
-No señor. Yo soy fiel súbdito del rey y pido por él y por el reino. No hago daño a nadie, ni hablo mal, ni pienso mal, y si esto no es suficiente para dejar a un hombre con vida, entonces no deseo vivir. ¡Sí, no es por esa supremacía por lo que me quitáis la vida, sino porque no me inclino ante ese matrimonio!
"Un Hombre para la Eternidad" (Fred Zinnemann, 1966)
"Un Hombre para la Eternidad" (Fred Zinnemann, 1966)
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